El Leganés se lleva el partido gracias a un gol de penalti (1-0) | VIDEO-RESUMEN + GOLES

Como en la mitología griega Narciso, el Sevilla acabó saltando al agua y ahogándose tras contemplar y aparentar calma durante minutos y minutos en un anodino partido en Leganés que abre otra crisis en el club. Con un parón por delante y 2 derrotas consecutivas, una de pura impotencia ante la Real Sociedad y otra escandalosa por pura presunción en Butarque, volverá a haber ruido de sables durante el mes de noviembre. Y con razón. El partido que los jugadores de García Pimienta ofrecieron a su equipo fue indigno por acomodaticio, inane, romo. Y el castigo de la derrota, quizá alto para los méritos del rival, fue muy justo para los deméritos del Sevilla.

Agoumé fue señalado por la jugada del minuto 81, la que decidió el partido, en la que culminó un pase atrás en corto con un agarrón a Cissé en el área. Penalti y expulsión. El partido se había acabado. Pero en cualquier caso, el Sevilla había empezado a tirar el partido desde el momento en que se vio superior a su rival y quiso disfrutar de su fútbol en lugar de buscar seriamente la victoria, cogiendo el partido por las solapas, zarandeándolo. Sólo la zaga estaba enrabietada. Pero la versión del Sevilla más cercana a la idea que tiene Víctor Orta no puede sugerir, de momento, más que un manual de buenas maneras en la teoría que en la práctica se pierde en una preocupante incapacidad para encontrar el gol. Para colmo, se dejan pasar los minutos como si nada estuviera en juego.

Feo gesto hacia el partido 700 de Jesús Navas con la camiseta del Sevilla, que acababa de saltar al campo para intentar dar al grupo lo que le faltaba. Verdad, autenticidad, labios mordidos, rabia y amor propio. El Sevilla no tuvo nada de eso hasta ese fatídico minuto 81 que castigó a este Narciso desdentado.

Una hora antes del partido, García Pimienta sorprendió con una alineación acorde a la lógica de los hechos y a las recientes ausencias de una plantilla mermada por más de doce bajas. La estigmatización de Marcao ante la Real Sociedad tuvo como primera consecuencia directa el regreso de Gudelj al lateral derecho, huérfano por la ausencia de Badé, y la reentrada en el centro del campo de Agoumé. Y en la delantera, el hueco de la izquierda se llenó alineando juntos por primera vez a Isaac e Iheanacho. Bueno, no del todo juntos. El nigeriano intentó adaptarse a la posición de extremo izquierdo sin conectar casi nunca con el resto del ataque.

Con esa predisposición, el Sevilla salió con ímpetu en Butarque y a los dos minutos ya había provocado dos centros al área. Pero la falta de pegada ya era evidente en esa carta de presentación. Mucha finta y poco golpeo. La falta de seguridad de Isaac privó de continuidad a los ataques. Mal en los controles, el lebrijano apenas pudo aprovechar alguno de los varios balones que merodearon la corona del área entre robos avanzados, ora Agoumé, ora Carmona, ora Kike Salas, y el juego que hilvanó Lokonga. Se hizo muy evidente cuando el central moronense ganó un balón aéreo a Sow, que abrió el área para Lebrija, en una posición espléndida para su zurda. Pero su disparo se fue alto (37′).

Antes de esa clara ocasión, el Sevilla ya había mostrado sus intenciones con un centro del campo dominante, ya que Agoumé y Sow asistieron a Lokonga en la jugada preparatoria. En la retaguardia, Gudelj impuso su método de salir desde la defensa para provocar continuas faltas de un Leganés que optó por los balones largos para buscar la espalda de la defensa sevillista.

De esta forma, el Sevilla atacó más y peor que el Leganés. El único portero que tuvo trabajo en la primera parte fue Álvaro Fernández, que primero repelió con los puños un zurdazo de Munir a la media vuelta, tras una franca escapada ante el contemplativo Lukébakio (16′) y salvó con los pies otro eléctrico disparo de De la Fuente en un balón suelto en el área (28′).

Dmitrovic, por su parte, no tuvo tanto trabajo. Entre las frivolidades de Lukébakio y las pérdidas de Isaac, dejó correr el reloj sin pisar el balón con intensidad ante un rival que le invitaba a ello. Aparte de un córner sacado por el belga, rematado por su compatriota Lokonga y casi finalizado por Agoumé (11′), un rosco del propio Lukébakio tras un robo de Agoumé (17′) y otro extraordinario derechazo de Lukébakio desde la frontal del área (37′), poco más ofreció el Sevilla en la primera parte, un equipo al que a veces le gustaba acercarse demasiado al área.

¿Y qué decir de Iheanacho? Desperdició un increíble pase interior al área en los primeros instantes, dejando el balón muerto delante de Dmitrovic y sin compañía de Isaac.(13′) Y poco más. Al Sevilla parecía gustarle su forma de jugar, pero le faltaba mala leche para hacer daño de verdad a su ex portero.

Al inicio de la segunda parte, el Leganés pareció darse cuenta de que lo que tenía enfrente no era mucho más que un mito. Sin capacidad real para generar más allá de la proporción de saques de esquina que generaban, y de otras jugadas a balón parado, y pese a rematar bastante más que sus anfitriones, el Sevilla invitó al neófito grupo de Borja Jiménez a adelantarse con menos miedo. Pero la zaga de García Pimienta respondió a esos empujones mientras el centro del campo sevillista parecía recuperar el control.

Pero Dmitrovic seguía sin trabajo. Lukébakio volvió a ser el que más lo intentó, el único que parecía tener algo de chile. El ex portero del Sevilla recogió un par de disparos de Lukébakio en la segunda parte. El segundo, con su pierna mala, la derecha, y a pase de Iheanacho en una de las pocas acciones del nigeriano que tienen ocasión de destacar como positivas, justo después de un zurdazo ante su marcador en el área. Fueron sus últimas acciones antes de dejar el sitio a Jesús Navas en el minuto 73.

Y ahora con el palaciego en el campo, en el momento en que parecía que podía contagiar de su propio amor al descanso, llegó el castigo a tanto fútbol engañoso, a tanto mirarse en el espejo de no sé qué. Pues la reflexión de este Sevilla no puede llevar a nada bueno. Incluso el día en que parecen superiores a sus rivales y sin que éstos les planten seriamente cara, se tiran de cabeza a la laguna. La cabeza de turco será Agoumé, pero todo el proyecto estaba marcado.